¿Se oculta producción secreta de armamento nuclear en Fukushima?
Delays and half-baked explanations from TEPCO) and METI Japan seem to be driven by some unspoken factor. The most logical explanation: The nuclear industry and government agencies are scrambling to prevent the discovery of atomic-bomb research facilities hidden inside Japan's civilian nuclear power plants.
La explicación más lógica podría ser que la industria nuclear y las instancias gubernamentales están luchando para evitar que se descubran unas instalaciones dedicadas a la investigación de bombas atómicas escondidas dentro de las plantas de energía nuclear civil de Japón.
¿Programa secreto de armamento en la planta nuclear de Fukushima?
El tratado de seguridad EEUU-Japón retrasó fatalmente los esfuerzos de los trabajadores de la central para evitar la fusión de los reactores
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Los confusos e incluso contradictorios informes sobre la planta nuclear de Fukushima I no pueden ser únicamente consecuencia de los desastres causados por el tsunami, la torpeza o la falta de información. Los inexplicables retrasos y las incomprensibles explicaciones de la Tokio Electric Power Company (TEPCO) y del Ministerio de Economía, Comercio e Industria (MECI) parecen ser fruto de algún factor que se ha intentado soslayar. La cortina de humo sobre Fukushima 1 parece ocultar un firme propósito, una voluntad de hierro y una tarea sombría desconocida para los de fuera.
Un programa secreto de armas nucleares es como una especie de fantasma en la maquinaria, detectable tan sólo cuando el sistema del control de la información falla o se rompe. Es necesario que dirijamos una mirada cuidadosa a las disparidades entre el relato oficial y los inesperados sucesos.
by Yoichi Shimatsu New America Media
Informes contradictorios
TEPCO, el operador de energía nuclear de Japón, informó inicialmente que había tres reactores funcionando en el momento en que se produjo el terremoto de Tohoku y el tsunami del 11 de marzo. Después, una explosión de hidrógeno agrietó la Unidad 3, provocando que hubiera escapes de óxido mezclado con uranio-plutonio (o MOX). La Unidad 6 desapareció inmediatamente de la lista de reactores operativos, a la vez que de la Unidad 3 empezaban a escaparse partículas enormemente letales de plutonio. El plutonio es el elemento del que se componen las ojivas nucleares más pequeñas, que se libera con mayor facilidad.
Un incendio estalló dentro de la dañada vasija de contención del reactor de la Unidad 4, al parecer debido al sobrecalentamiento de las barras desechadas de combustible de uranio depositadas en una piscina de enfriamiento. Pero las dimensiones del fuego indican que este reactor se mantenía encendido para algún objetivo que no era la generación de electricidad. Su omisión de la lista de operaciones generadoras de electricidad plantea la pregunta de si la Unidad 4 estaría utilizándose para enriquecer uranio, el primer paso del proceso que conduce a la extracción de material fisionable al nivel necesario para construir armas nucleares.
La aparición de agua de mar irradiada en el Pacífico supone otra pieza del rompecabezas, porque es imposible rastrear su fuente subterránea (o quizá porque es inconfesable). El laberinto de tuberías inundadas, donde se encontraron los cuerpos desaparecidos de dos trabajadores de la central –desaparición que no se había comentado ante los medios con anterioridad-, bien podía contener la respuesta al misterio: un laboratorio que nadie se atreve a nombrar.
Guerra política
En reacción a la demanda del Primer Ministro Naoto Kan de una pronta información sobre los problemas, el lobby pro-nuclear cerró filas, negándole información vital a la oficina del Primer Ministro. La gran alianza de los partidarios de la energía nuclear incluye a TEPCO, al diseñador de la planta de General Electric, al MECI, al anterior partido gobernante, el Partido Demócrata-Liberal y, según todos los indicios, a la Casa Blanca.
Los ministros del gabinete encargados de las comunicaciones y de las emergencias nacionales arremetieron recientemente contra Banri Kaeda, el jefe del MECI, por actuar a la vez como promotor y regulador nuclear encargado de la ahora amordazada Comisión por la Seguridad Industrial y Nuclear. TEPCO contraatacó con toda rapidez culpando al sobrevuelo del helicóptero del Primer Ministro de haber retrasado la ventilación de los gases volátiles, provocando así una explosión en el Reactor 2. Por “razones de salud”, el presidente de TEPCO se retiró a una sala de hospital, cortándole a Kan la línea de comunicación con la compañía y desautorizando su visita a Fukushima 1.
El político Ichiro Ozawa rechazó un pedido del primer ministro, Naoto Kan, para abandonar voluntariamente el Partido Democrático de Japón (PDJ) a raíz del escándalo de fondos políticos, informó la agencia Kyodo el 11 de febrero de 2011.
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La enemistad que Kan mantiene con su rival en el Partido Democrático Ichiro Ozawa ha acabado perjudicándole, porque era el único aliado potencial de peso con quien habría podido enfrentarse a la formidable coalición a favor de la energía nuclear.
El jefe de los Demócratas Liberales, que promovió la energía nuclear en sus casi 54 años de trayectoria, acaba de mantener conversaciones confidenciales con el Embajador de EEUU, John Roos, mientras el Presidente Obama hacía declaraciones en apoyo de las nuevas plantas de energía nuclear por todo EEUU.
Corte en las comunicaciones
El contenido no revelado de las conversaciones entre Tokio y Washington puede deducirse a partir de las interrupciones a las recientes llamadas telefónicas que le hice a un colega periodista japonés. Cuando estaba dentro de zona caliente radioactiva, su número de móvil se desconectaba, al igual que los móviles de los trabajadores nucleares de Fuskushima, a los que se negaba el acceso telefónico con el mundo exterior. La suspensión del servicio no se debe a fallos de diseño. Al ayudar en la preparación del plan de respuesta a la crisis de Tohoku en 1996, mis esfuerzos se centraron en garantizar que las estaciones base de los móviles tuvieran suficiente energía como para poder recargarse con toda rapidez.
Una llamada telefónica posterior cuando mi colega regresó a Tokio se cortó de inmediato en cuanto mencioné “GE” [General Electric]. Ese incidente ocurrió el día en que el director ejecutivo de GE, Jeff Immelt, aterrizaba en Tokio con la promesa de reconstruir la planta nuclear de Fukushima 1. Tales supuestas escuchas son sólo posibles si el operador de la telefonía nacional, NTT, está cooperando con el programa para interceptar señales de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA, por sus siglas en inglés).
El acuerdo de Manchuria
La cadena de sucesos detrás de esta inmensa fabricación de mentiras se remonta a muchas décadas atrás.
Durante la ocupación militar japonesa del noreste de China en los años de la década de 1930, el estado-títere de Manchukuo se fue forjando como potencia económica totalmente moderna en apoyo de un superpoblado Japón y su maquinaria militar. Un planificador de la economía de alto rango llamado Nobusuke Kishi trabajó estrechamente con el entonces comandante de la división ocupante de Kanto, conocido por los chinos como el General Hideki Tojo, del Ejército de Kwantung.
Nobusuke Kishi The new Japan-America Society of Washington first official act was to host the new Prime Minister of Japan, Nobusuke Kishi, on June 22, 1957 .
Los estrechos vínculos entre el ejército y los economistas coloniales produjeron sorprendentes logros tecnológicos, incluido el prototipo del tren bala (o Shinkasen) y el comienzo del proyecto de bomba atómica de Japón en el norte de Corea. Cuando Tojo se convirtió en Primer Ministro de Japón durante la época bélica, Kishi fue designado Ministro de Comercio y Economía, planeándose entonces una guerra total a escala global.
Después de la derrota de Japón en 1945, tanto Tojo como Kishi fueron declarados culpables como criminales de guerra de Clase A, pero Kishi se libró de la horca por razones desconocidas, posiblemente por sus útiles conocimientos para una nación devastada por la guerra. La concepción del escuálido economista de una economía controlada a nivel central proporcionó el anteproyecto para el MCII (Ministerio de Comercio Internacional e Industria), predecesor del MECI, que creó el milagro económico que transformó el Japón de la posguerra en una superpotencia económica.
Después de abrirse paso a empujones para caerle en gracia al Guerrero del Frío John Foster Dulles, el secretario de estado de Eisenhower, Kishi fue elegido Primer Ministro en 1957. Su protegido Yashuhiro Nakasone, ex oficial naval y futuro Primer Ministro, encabezó la campaña de Japón para convertirse en potencia nuclear bajo la cobertura de la Ley Básica de la Energía Atómica.
Complicidad estadounidense
Kishi negoció en secreto un acuerdo con la Casa Blanca que permitía que el ejército de EEUU almacenara bombas atómicas en Okinawa y en la estación naval-aérea de Atsugi, en los alrededores de Tokio. (El cabo de marines Lee Harvey Oseald sirvió como guardia en el arsenal subterráneo de ojivas nucleares de Atsugi). A cambio, EEUU dio su visto bueno para que Japón emprendiera un programa nuclear para uso “civil”.
Fue necesaria toda una diplomacia secreta debido al abrumador sentimiento del pueblo japonés en contra de la energía nuclear tras los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Hace dos años, Katsuya Okada, Ministro de Asuntos Exteriores en el gabinete del Primer Ministro del Partido Democrático Yukio Hatoyama (que desempeñó ese puesto durante nueve meses de 2009 a 2010), sacó a la luz el texto del acuerdo secreto.
De ese documento, que había estado encerrado dentro de los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores, habían desaparecido muchos detalles clave. El veterano diplomático jubilado Kazuhiko Togo reveló que los asuntos más sensibles se recogieron en breves documentos adjuntos, algunos de los cuales se guardaban en una mansión frecuentada por el hermanastro de Kishi, el difunto Primer Ministro Eisaku Sato (que estuvo en el poder desde 1964 a 1972). Esas notas diplomáticas, mucho más importantes, añadió Togo, se habían eliminado y consiguientemente desaparecido.
En Japón, estas revelaciones se consideraron de especial importancia, sin embargo, los medios occidentales las ignoraron en gran medida. Con la planta nuclear de Fukushima cada vez más llena de humo, el mundo está pagando ahora el precio de esa negligencia periodística.
En su visita a Gran Bretaña del año 1959, un helicóptero militar trasladó a Kishi hasta la planta nuclear de Bradwell en Essex. Al año siguiente, se firmó el primer anteproyecto de seguridad entre EEUU y Japón, a pesar de las protestas masivas celebradas en Tokio. Un par de años después, la firma británica GEC construía el primer reactor nuclear en Tokaimura, en la Prefectura de Ibaragi. Al mismo tiempo, inmediatamente después de las Olimpiadas de Tokio de 1964, el recién inaugurado tren bala deslizante Shinkansen atravesando la ladera del Monte Fuji proporcionaba la racionalidad perfecta para promover la electricidad de origen nuclear.
Kishi pronunció la famosa declaración de que “las armas nucleares no están expresamente prohibidas” en función del artículo 9 de la Constitución de la posguerra que prohibía la energía con fines bélicos. Su nieto, el entonces Primer Ministro Shinzo Abe, repitió dos años después esas palabras. La “crisis” en curso con Corea del Norte sirvió de pretexto para que esta progenie de tercera generación de la elite política pusiera a flote la idea de un Japón dotado de armas nucleares. Muchos periodistas y expertos de inteligencia japoneses asumen que el programa secreto ha avanzado lo suficiente como para conseguir el montaje rápido de un arsenal de ojivas nucleares, y que se han llevado a cabo pruebas subterráneas a niveles subcríticos con bolitas pequeñas de plutonio.
Saboteando las fuentes de energías alternativas
La cínica actitud del lobby nuclear se extiende hacia el futuro lejano, estrangulando de raíz la única fuente viable de energía alternativa del archipiélago japonés: la energía eólica costera. A pesar de décadas de investigación, Japón tiene sólo el 5% de la producción energética eólica de China, una economía (al menos de momento) de tamaño comparable. La industria pesada de Mitsubishi, socio en la energía nuclear de Westinghouse, fabrica turbinas de viento pero sólo para el mercado de exportación.
La zona de Siberia, con sus altas presiones, asegura un flujo de viento fuerte y constante sobre el norte de Japón, pero las compañías del servicio público de la región no aprovechan ese recurso de energía natural. La razón es que TEPCO, que tiene su sede en Tokio y controla el mayor mercado energético, actúa en gran medida como un shogun sobre las nueve compañías energéticas regionales y la red nacional. Sus burócratas, ejecutivos y políticos de alto rango, grandes influencias y bolsillos profundos, como el gobernador de Tokio Shintaro Ishihara, aunque con ambiciones nucleares, mantienen a los contratistas y generales de la defensa de su lado. Pero TEPCO no es el mandamás aquí. Su socio principal en esta mega-empresa es la creación de Kishi, el Ministerio de Economía, Comercio e Industria (MECI).
El lugar para las pruebas nacionales para calibrar el viento marino costero no está, lamentablemente, situado en Hokkaido o Niigata, tan azotados por el viento, sino mucho más hacia el sureste, en la Prefectura de Chiba. Los resultados de estas pruebas, que decidirán el destino de la energía eólica, no van a hacerse públicas hasta 2015. El patrocinador de un proyecto de tan lento recorrido es TEPCO.
La muerte de la disuasión
Aunque en 2009, la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) emitió una apagada advertencia acerca de la reforzada deriva de Japón hacia una bomba nuclear, no hizo nada más. La Casa Blanca tiene que hacer la vista gorda ante la radiación que pasa por los cielos estadounidenses o exponerse al riesgo de un vergonzoso doble rasero en cuanto a la proliferación nuclear de un aliado. Además, la callada aprobación de Washington de una bomba japonesa no casa muy bien con el recuerdo tanto de Pearl Harbor como de Hiroshima.
En sí misma, una capacidad de disuasión nuclear no sería ni objetable ni ilegal en el improbable caso de que la mayoría de los japoneses votaran a favor de una enmienda constitucional del Artículo 9. La tenencia legalizada requeriría inspecciones de seguridad, controles estrictos y transparencia, de forma tal que se podría haber acelerado una respuesta de emergencia en Fukushima. En cambio, un desarrollo secreto armamentístico no hace sino crear una total abundancia de problemas. En el caso de una emergencia, como la que está desarrollándose en este momento, es el secreto lo que se impone a toda costa, incluso aunque suponga innumerables hibakusha, o víctimas nucleares.
En lugar de habilitar un sistema de disuasión regional y un regreso al estatus de gran potencia, el acuerdo de Manchuria sembró las bombas de relojería que están ahora vomitando radiación alrededor del mundo. El nihilismo en el corazón de esta amenaza nuclear para la humanidad no se esconde en el interior de Fukushima 1, sino dentro de la mentalidad de la seguridad nacional. Sólo derogando el tratado de seguridad entre EEUU y Japón podrá liquidarse el espectro de autodestrucción existente, la causa raíz del secretismo que retrasó fatalmente la lucha de los trabajadores nucleares contra la fusión del reactor nuclear.
Yoichi Shimatsu es editor especial de 4th Media y escritor medioambientalista. Vive en Hong Kong. Es antiguo editor del Japan Times Weekly y colaborador frecuente también de Global Research.
Is Japan's Elite Hiding a Weapons Program Inside Nuclear Plants?
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New America Media, News Analysis, Yoichi Shimatsu, Posted: Apr 06, 2011
Confused and often conflicting reports out of Fukushima 1 nuclear plant cannot be solely the result of tsunami-caused breakdowns, bungling or miscommunication. Inexplicable delays and half-baked explanations from Tokyo Electric Power Company (TEPCO) and the Ministry of Economy, Trade and Industry (METI) seem to be driven by some unspoken factor.
The smoke and mirrors at Fukushima 1 seem to obscure a steady purpose, an iron will and a grim task unknown to outsiders. The most logical explanation: The nuclear industry and government agencies are scrambling to prevent the discovery of atomic-bomb research facilities hidden inside Japan's civilian nuclear power plants.
A secret nuclear weapons program is a ghost in the machine, detectable only when the system of information control momentarily lapses or breaks down. A close look must be taken at the gap between the official account and unexpected events.
Conflicting Reports
TEPCO, Japan’s nuclear power operator, initially reported three reactors were operating at the time of the March 11 Tohoku earthquake and tsunami. Then a hydrogen explosion ripped Unit 3, run on plutonium-uranium mixed oxide (or MOX). Unit 6 immediately disappeared from the list of operational reactors, as highly lethal particles of plutonium billowed out of Unit 3. Plutonium is the stuff of smaller, more easily delivered warheads.
A fire ignited inside the damaged housing of the Unit 4 reactor, reportedly due to overheating of spent uranium fuel rods in a dry cooling pool. But the size of the fire indicates that this reactor was running hot for some purpose other than electricity generation. Its omission from the list of electricity-generating operations raises the question of whether Unit 4 was being used to enrich uranium, the first step of the process leading to extraction of weapons-grade fissionable material.
The bloom of irradiated seawater across the Pacific comprises another piece of the puzzle, because its underground source is untraceable (or, perhaps, unmentionable). The flooded labyrinth of pipes, where the bodies of two missing nuclear workers—never before disclosed to the press— were found, could well contain the answer to the mystery: a lab that none dare name.
Political Warfare
In reaction to Prime Minister Naoto Kan's demand for prompt reporting of problems, the pro-nuclear lobby has closed ranks, fencing off and freezing out the prime minister's office from vital information. A grand alliance of nuclear proponents now includes TEPCO, plant designer General Electric, METI, the former ruling Liberal Democratic Party and, by all signs, the White House.
Cabinet ministers in charge of communication and national emergencies recently lambasted METI head Banri Kaeda for acting as both nuclear promoter and regulator in charge of the now-muzzled Nuclear and Industrial Safety Commission. TEPCO struck back quickly, blaming the prime minister's helicopter fly-over for delaying venting of volatile gases and thereby causing a blast at Reactor 2. For "health reasons,” TEPCO 's president retreated to a hospital ward, cutting Kan's line of communication with the company and undermining his site visit to Fukushima 1.
Kan is furthered hampered by his feud with Democratic Party rival Ichiro Ozawa, the only potential ally with the clout to challenge the formidable pro-nuclear coalition
The head of the Liberal Democrats, which sponsored nuclear power under its nearly 54-year tenure, has just held confidential talks with U.S. Ambassador John Roos, while President Barack Obama was making statements in support of new nuclear plants across the U.S.
Cut Off From Communications
The substance of undisclosed talks between Tokyo and Washington can be surmised from disruptions to my recent phone calls to a Japanese journalist colleague. While inside the radioactive hot zone, his roaming number was disconnected, along with the mobiles of nuclear workers at Fukushima 1 who are denied phone access to the outside world. The service suspension is not due to design flaws. When helping to prepare the Tohoku crisis response plan in 1996, my effort was directed at ensuring that mobile base stations have back-up power with fast recharge.
A subsequent phone call when my colleague returned to Tokyo went dead when I mentioned "GE.” That incident occurred on the day that GE’s CEO Jeff Immelt landed in Tokyo with a pledge to rebuild the Fukushima 1 nuclear plant. Such apparent eavesdropping is only possible if national phone carrier NTT is cooperating with the signals-intercepts program of the U.S. National Security Agency (NSA).
The Manchurian Deal
The chain of events behind this vast fabrication goes back many decades.
During the Japanese militarist occupation of northeast China in the 1930s, the puppet state of Manchukuo was carved out as a fully modern economic powerhouse to support overpopulated Japan and its military machine. A high-ranking economic planner named Nobusuke Kishi worked closely with then commander of the occupying Kanto division, known to the Chinese as the Kwantung Army, General Hideki Tojo.
Close ties between the military and colonial economists led to stunning technological achievements, including the prototype of a bullet train (or Shinkansen) and inception of Japan's atomic bomb project in northern Korea. When Tojo became Japan's wartime prime minister, Kishi served as his minister of commerce and economy, planning for total war on a global scale.
After Japan's defeat in 1945, both Tojo and Kishi were found guilty as Class-A war criminals, but Kishi evaded the gallows for reasons unknown—probably his usefulness to a war-ravaged nation. The scrawny economist’s conception of a centrally managed economy provided the blueprint for MITI (Ministry of International Trade and Industry), the predecessor of METI, which created the economic miracle that transformed postwar Japan into an economic superpower.
After clawing his way into the good graces of Cold Warrior John Foster Dulles, Eisenhower's secretary of state, Kishi was elected prime minister in 1957. His protégé Yasuhiro Nakasone, the former naval officer and future prime minister, spearheaded Japan's campaign to become a nuclear power under the cover of the Atomic Energy Basic Law.
American Complicity
Kishi secretly negotiated a deal with the White House to permit the U.S. military to store atomic bombs in Okinawa and Atsugi naval air station outside Tokyo. (Marine corporal Lee Harvey Oswald served as a guard inside Atsugi's underground warhead armory.) In exchange, the U.S. gave the nod for Japan to pursue a "civilian" nuclear program.
Secret diplomacy was required due to the overwhelming sentiment of the Japanese public against nuclear power in the wake of the Hiroshima and Nagasaki atomic bombings. Two years ago, a text of the secret agreement was unearthed by Katsuya Okada, foreign minister in the cabinet of the first Democratic Party prime minister, Yukio Hatoyama (who served for nine months from 2009-10).
Many key details were missing from this document, which had been locked inside the Foreign Ministry archives. Retired veteran diplomat Kazuhiko Togo disclosed that the more sensitive matters were contained in brief side letters, some of which were kept in a mansion frequented by Kishi's half-brother, the late Prime Minister Eisaku Sato (who served from 1964-72). Those most important diplomatic notes, Togo added, were removed and subsequently disappeared.
These revelations were considered a major issue in Japan, yet were largely ignored by the Western media. With the Fukushima nuclear plant going up in smoke, the world is now paying the price of that journalistic neglect.
On his 1959 visit to Britain, Kishi was flown by military helicopter to the Bradwell nuclear plant in Essex. The following year, the first draft of the U.S.-Japan security was signed, despite massive peace protests in Tokyo. Within a couple of years, the British firm GEC built Japan's first nuclear reactor at Tokaimura, Ibaragi Prefecture. At the same time, just after the 1964 Tokyo Olympics, the newly unveiled Shinkansen train gliding past Mount Fuji provided the perfect rationale for nuclear-sourced electricity.
Kishi uttered the famous statement that "nuclear weapons are not expressly prohibited" under the postwar Constitution's Article 9 prohibiting war-making powers. His words were repeated two years ago by his grandson, then Prime Minister Shinzo Abe. The ongoing North Korea "crisis" served as a pretext for this third-generation progeny of the political elite to float the idea of a nuclear-armed Japan. Many Japanese journalists and intelligence experts assume the secret program has sufficiently advanced for rapid assembly of a warhead arsenal and that underground tests at sub-critical levels have been conducted with small plutonium pellets.
Sabotaging Alternative Energy
The cynical attitude of the nuclear lobby extends far into the future, strangling at birth the Japanese archipelago's only viable source of alternative energy—offshore wind power. Despite decades of research, Japan has only 5 percent of the wind energy production of China, an economy (for the moment, anyway) of comparable size. Mitsubishi Heavy Industries, a nuclear-power partner of Westinghouse, manufactures wind turbines but only for the export market.
The Siberian high-pressure zone ensures a strong and steady wind flow over northern Japan, but the region's utility companies have not taken advantage of this natural energy resource. The reason is that TEPCO, based in Tokyo and controlling the largest energy market, acts much as a shogun over the nine regional power companies and the national grid. Its deep pockets influence high bureaucrats, publishers and politicians like Tokyo Governor Shintaro Ishihara, while nuclear ambitions keep the defense contractors and generals on its side. Yet TEPCO is not quite the top dog. Its senior partner in this mega-enterprise is Kishi's brainchild, METI.
The national test site for offshore wind is unfortunately not located in windswept Hokkaido or Niigata, but farther to the southeast, in Chiba Prefecture. Findings from these tests to decide the fate of wind energy won't be released until 2015. The sponsor of that slow-moving trial project is TEPCO.
Death of Deterrence
Meanwhile in 2009, the International Atomic Energy Agency (IAEA) issued a muted warning on Japan's heightened drive for a nuclear bomb— and promptly did nothing. The White House has to turn a blind eye to the radiation streaming through American skies or risk exposure of a blatant double standard on nuclear proliferation by an ally. Besides, Washington's quiet approval for a Japanese bomb doesn't quite sit well with the memory of either Pearl Harbor or Hiroshima.
In and of itself, a nuclear deterrence capability would be neither objectionable nor illegal— in the unlikely event that the majority of Japanese voted in favor of a constitutional amendment to Article 9. Legalized possession would require safety inspections, strict controls and transparency of the sort that could have hastened the Fukushima emergency response. Covert weapons development, in contrast, is rife with problems. In the event of an emergency, like the one happening at this moment, secrecy must be enforced at all cost— even if it means countless more hibakusha, or nuclear victims.
Instead of enabling a regional deterrence system and a return to great-power status, the Manchurian deal planted the time bombs now spewing radiation around the world. The nihilism at the heart of this nuclear threat to humanity lies not inside Fukushima 1, but within the national security mindset. The specter of self-destruction can be ended only with the abrogation of the U.S.-Japan security treaty, the root cause of the secrecy that fatally delayed the nuclear workers' fight against meltdown
Yoichi Shimatsu, a Hong Kong–based environmental writer, is the former editor of the Japan Times Weekly.
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