El cura Athanasius Kircher y la Piedra Filosofal / Umberto Eco
Athanasius Kircher y la Piedra Filosofal
x Umberto Eco
El Sol de México / 6 de noviembre de 2011
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Este verano, el editor italiano Forni publicó una segunda edición anastática -un tipo de impresión en relieve- de ''Los volcanes: O montañas ardientes que vomitan fuego, famosos en el mundo'', por Athanasius Kircher. Esta reimpresión del libro, ampliamente conocido en su título original en latín, ''Mundus Subterraneus'', está basado en la tercera y más completa edición, de 1678, y tiene un precio de 230 euros, o unos 326 dólares -no una suma insignificante, aunque si usted quisiera un ejemplar de la edición original tendría que gastar cerca de 10 mil euros. Otra edición anastática apareció hace algunos años, con ocasión de una conferencia internacional de geología, y el hecho de que ahora haya vuelto a imprimirse nos dice lo interesante que es este libro tanto para los amantes de lo maravilloso -gracias a sus grabados de monstruos y llamas subterráneas- como para los especialistas que lo consideran una de las primeras contribuciones científicas a la vulcanología.
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Hoy en día, Kircher es más renombrado por sus errores científicos que sus descubrimientos más o menos confiables. Pero ''Mundus Subterraneus'' es quizá la obra en que mejor quedan reveladas sus habilidades como observador. El libro fue tomado muy en serio en la época de Kircher: antes de que la primera edición fuera publicada en 1664, Henry Oldenburg, secretario de la Real Sociedad de Londres, escribió acerca de él al autor Robert Boyle; y el filósofo Baruch Spinoza posteriormente envió un ejemplar al físico Christian Huygens.
Kircher es fiel a su estilo en esta obra: con una sed voraz e insaciable de conocimiento, nos habla de la Luna y el Sol: las mareas; corrientes marítimas; eclipses, aguas y fuegos subterráneos; ríos; lagos y afluentes del Nilo; las salinas y las minas; fósiles; metales; insectos y hierbas; destilación; pirotecnia; generación espontánea y su teoría opuesta, panspermia. Pero con la misma seguridad en sí mismo también nos escribe -y nos muestra imágenes- de dragones y gigantes. Por supuesto, muchos ilustres naturalistas, desde Ulisse Aldrovandi en el siglo XVI hasta George Johnston en el siglo IXX, no podían dejar de lado los dragones; además, Kircher muestra que algo sabía de iguanas, y si usted alguna vez ha visto una iguana comprenderá cómo es posible tomar en serio la noción de los dragones.
De todos los tópicos tratados en ''Mundus Subterraneus'', sin embargo, hay uno en particular que quisiera discutir. Quizá este tema es de menor interés para los devotos del volumen del geólogo, pero es muy importante en la historia de la cultura. En el Libro 11, Kircher decidió tratar la alquimia. Primero, se dedicó a releer la totalidad del canon alquémico, desde las fuentes antiguas. Empezó con el casi mítico Hermes Trismegistus, de la Alejandría del siglo IV a.C., pero no pasa por alto las fuentes cópticas, judías o árabes; luego saltó a los alquimistas del siglo XIII, como Arnaldo di Villanova y Roger Bacon, y el monje Basil Valentine del siglo XV. A continuación, Kircher colocó varios tipos de hornos en su laboratorio, reunió varias recetas alquémicas de siglos de antigüedad, las puso a prueba y las sometió a críticas. Resulta evidente que en el proceso de probar (y volver a probar) estos principios tradicionales, acogió a un gran número de tipos dudosos en su laboratorio para que le enseñaran cómo usar los diversos artefactos.
Kircher examinó estos procedimientos alquémicos como parte de un intento de identificar cuáles principios podía ser explicados mediante la lógica -sin apoyarse en ninguna hipótesis acerca de la Piedra Filosofal. En el proceso trazó una diferencia entre la gente que creía que la trasmutación alquémica era imposible, pero continuaba sus investigaciones químicas por otras razones, y los granujas que empleaban la alquimia para vender imitaciones de oro y plata. Esto no era poca cosa en los tiempos de Kircher. De hecho, se colocó en el bando opuesto del debate respecto de Paracelso, el legendario alquimista y médico suizo del siglo XVI que creía vehementemente en la existencia de la Piedra Filosofal; y atacó a otras autoridades reconocidas en alquimia de los siglos XVI y XVII como Michael Sendivogius y Robert Fludd, asestando un exorcista golpe de sable contra la tradición de los Rosacruces que había estado seduciendo a buena parte de Europa durante unos 40 años. Kircher, por supuesto, era jesuita, alineado con la cultura de la contrarreforma opuesta a la tradición protestante de la que habían emergido los manifiestos rosacruces.
Tomando todo en cuenta, sin embargo, es notable pensar que a mediados del siglo XVII Kircher estaba luchando por una visión más racional y experimental de la química del futuro - pese a que no podía haber sabido que la tradición alquímica continuaría hasta estos días. (Y sin duda continúa hasta hoy: para prueba, todo lo que tiene que hacer es visitar cualquier librería que ofrezca basura seudohermética).
Es difícil clasificar a Kircher, cuya vida entera fue una mezcla de narrativa irreprimible y algunas nociones reveladoras que fueron, si no totalmente correctas, sí casi correctas. Personaje barroco si los hay, fascinó generalmente a los surrealistas más que a los científicos. Así pues, me parece acertado que su obra haya sido conmemorada por la comunidad científica.
(Umberto Eco es autor de la novela "La misteriosa llama de la reina Loana'', junto con ''Baudolino'', ''El nombre de la rosa'' y de ''El péndulo de Foucault''. Traducción de Héctor Shelley.)
The New York Times Syndicate
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ATHANASIUS KIRCHER – I: MUNDUS SUBTERRANEUS
Athanasius Kircher nació en Geisa cerca de Fulda, Alemania (1602?-1680); fue sacerdote jesuita, políglota, erudito, estudioso orientalista, de espíritu enciclopédico y uno de los científicos más importantes de la época barroca.
Hijo del filósofo Johannes Kircher quien recibió un doctorado en teología por la Universidad de Maguncia.
En un colegio jesuita de Fulda estudia de los 13 a los 17 años latín, griego y hebreo, ingresa en la Compañía de Jesús y en 1620 se traslada a Paderborn donde estudia Humanidades Clásicas, Filosofía escolástica, Ciencias Naturales y Matemáticas hasta 1622, completa estos estudios con un año más en Münster y Colonia. En 1625 inicia sus estudios de Teología en la Universidad de Maguncia, es ordenado sacerdote en 1628 con 27 años. Imparte clases en distintos colegios y universidades.
En 1638 con 37 años se incorpora como profesor de física y de matemáticas al claustro de profesores del Colegio Romano (en Roma). No se puede entender la obra completa de Kircher, su tremendo esfuerzo intelectual de ámbito científico, filosófico y teológico sin situarlo en el ámbito de esta institución al servicio de la iglesia. El Colegio Romano tenía como objetivo colaborar en la restauración católica que había iniciado el Concilio de Trento, colaborando de una forma muy directa en la recuperación de la presencia católica en las letras y las ciencias y participando decididamente con ideas propias en el debate renacentista y barroco de la revolución científica de los siglos XVI y XVII. Es en este ambiente docente donde el genio fecundo de Kircher desarrolla sus ideas y sus obras escritas que según el catalogo del fondo Kircheriano estuvo compuesto por 44 obras sobre muy diversos temas, aparte 2587 documentos en 20 lenguas (era un poliglota de renombre mundial) con cartas procedentes de 336 ciudades en 42 países de la época.
Limitándonos a la obra de Kircher motivo de esta entrada “Mundus Subterraneus, in XII libros digestus” (les ahorro el título completo que es larguísimo), considero necesario un breve comentario al respecto de la obra para que los lectores tengan una idea de la trascendencia de la misma en la época en que fue escrita, disculpándome de antemano por la extensión de esta introducción.
Mundus Subterraneus tuvo una primera edición en 1665, pero la que alcanzo mayor difusión fue la segunda de 1678 ampliada por su autor, ambas editadas en latín en la ciudad de Ámsterdam. La obra tiene un componente esencial que enlaza con las Ciencias de la Tierra, con lo que posteriormente se llamara la “Geología”, los historiadores de esta ciencia coinciden en afirmar que en el siglo XVII es cuando aparece la Geología como ciencia natural dotada de su propia racionalidad. Las explicaciones “racionales” del interior de la Tierra que se aceptaban a mediados del XVII precisamente en la época en que Kircher está escribiendo su obra eran las siguientes:
El globo terrestre esta hueco por dentro, pero aparece relleno de un liquido más o menos denso o bien de un fluido aeriforme.
El globo terrestre está lleno por dentro, bien siendo homogéneo y solido o con un material rocoso más o menos fundido.
El globo terrestre está parcialmente hueco, con un fuego central, cavernas y canales, esta última hipótesis es la defendida por Kircher en Mundus Subterraneus, estos canales y galerías sirven para la circulación de agua (hidrofilacios), aire (aerofilacios) y fuego (pirofilacios), y el los justificaba por la existencia de fuentes termales, fuentes de calor y sobre todo volcanes y terremotos.
Kircher crea un concepto nuevo que ha pasado al vocabulario científico: El Geocosmos que pretende explicar los fenómenos naturales globales del planeta, el mundo terrestre es considerado como una unidad, a medio camino entre el Macrocosmo (Universo) y el microcosmos (el organismo humano) la interpretación organicista de raíz neoplatónica y aristotélica adoptada como base por Kircher concibe el funcionamiento del globo terrestre como el de un ser vivo.
Por tanto la idea central de la concepción del Geocosmos de Kircher es la de que la tierra es un vasto organismo con una osamenta pétrea constituida por las cordilleras montañosas, un núcleo central formada de fuego, y con grandes cavidades subterráneas por las que circula agua, aire y fuego. Estas ideas estaban ya presentes desde antiguo en las cosmologías de Anaxagoras y Demócrito citadas por Aristóteles en su obra “Meteorológicos”, lo interesante y original de Kircher es el modo de presentarlas y relacionarlas.
La gran máquina viviente del mundo recoge su energía del fuego interior central, el calor como un ser vivo, permite el ciclo (llamado pericíclosis por Kircher), de todos los materiales por el interior del cuerpo de la Tierra. El Geocosmos de Kircher no es solamente una elaboración racional, filosófica y científica, es además de todo ello una cosmovisión teológica. Dentro del contexto cultural de su época intentó, partiendo de las ciencias de la naturaleza, extender un puente conceptual hacia la filosofía y la teología. Su visión organicista y vitalista del mundo influyo en las Ciencias de la Naturaleza y en las concepciones teológicas de finales del siglo XVII y del siglo XVIII.
Para los que estén interesados en ampliar lo expuesto les recomiendo el articulo de Leandro Sequeiros “El Geocosmos de Athanasius Kircher” (42 páginas aproximadamente), de donde he entresacado esta introducción. ENLACE
Veamos algunas laminas de “Mundus Subterraneus”, tanto del Tomo I como del II, las he subido en alta resolución (aunque aun la encuentran más alta en la biblioteca fuente), por lo que les aconsejo las amplíen, pulsando sobre ellas para ver los detalles, para ver el título pasen el cursor sobre la imagen.
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La obra la encuentran en SICD Universités de Strasbourg - Patrimoine numérisé en estos enlaces:
http://www.odisea2008.com/2008/10/athanasius-kircher-i-mundus.html
ORGANICISMO, FUEGO INTERIOR Y TERREMOTOS EN LA CIENCIA ESPAÑOLA DEL XVIII
Las teorías sobre el mundo subterráneo
El eco de Kircher en el movimiento novador
Organicismo y mundo subterráneo en la primera mitad del setecientos
El desvanecimiento del organismo clásico
Temblores catastróficos en el setecientos: y preocupación por sus causas
Combustión y explosión como causa de los terremotos
Pervivencia de Kircher y Aristóteles a mediados del siglo XVIII
Los terremotos y la virtud eléctrica
www.ub.edu/geocrit/geo27-28.htm
Fig. 1 - Sistema ideal del interior de la tierra, con el fuego central y los pirofilacios, según el Mundus subterraneus del P. Kircher. Todo el sistema está relacionado mediante canales subterráneos a través de los cuales se alimentan los pirofilacios desde el fuego central, y con los que se engendran en la superficie los volcanes o montes ignívomos.
Fig. 2 - Sistema ideal del mundo subterráneo mostrando los hidrofilacios y la circulación interior de las aguas activada por el fuego central, el cual da origen también a la coalescencia de substancias minerales en las matrices interiores de la tierra. Lámina del Mundus subterraneus, ejemplar de la Biblioteca Universitaria de Barcelona.
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