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Lo que Dilma Rousseff debe hacer para enfrentar el "costo Brasil" / The Economist

Publicado: 2012-08-21

Restoring growth and the competitiveness of Brazilian business by beating back the greedy Leviathan in Brasília is the best way for Dilma Rousseff to win a second term ...

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El momento de la verdad para Dilma Rousseff

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Lo que la presidenta debe hacer para enfrentar el "costo Brasil"

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18 de agosto 2012 http://www.economist.com/node/21560557

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Al escribir sobre el Brasil de hace un siglo, Warren Dean, un historiador de la economía, señaló que el comercio exterior del país "parece haberse limitado a las materias primas y que la ventaja comparativamente abrumadora del precio de las mismas parecía compensar los altos costos de producción, comercialización y los altos impuestos internos." Tanto el gobierno y el sector privado presta "poca atención a ... la competitividad", agregó.

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Esas palabras suenan asombrosamente reales del Brasil de los últimos años. Durante gran parte de la última década, el país disfrutó de un crecimiento más rápido debido a la demanda china de mineral de hierro, soja y petróleo, altos salarios y crédito disponible, lo que recientemente aumentó el poder adquisitivo de decenas de millones de brasileños. Pero ahora la economía se ha estancado. A pesar de tener que recortar las tasas de interés, intervenir para debilitar una moneda sobrevalorada y ofrecer incentivos fiscales y préstamos baratos a los sectores favorecidos, los funcionarios insisten en que el PIB crecerá un 4,5% el próximo año. En 2008, cuando la economía mundial se derrumbó, el gobierno diseñó una rápida recuperación mediante la estimulación de la demanda. Pero ahora su palanca parece estar teniendo menos efecto. Eso se debe en parte a la pésima economía global, y en parte a que los consumidores de Brasil, al igual que los de otros países, están pagando deudas. Pero también refleja la dura realidad de que Brasil se ha convertido en un lugar tremendamente caro para invertir o fabricar. Es más barato importar acero fabricado en Corea del Sur a partir de mineral de hierro brasileño que comprarlo localmente, se queja Carlos Ghosn, jefe de Renault-Nissan.

Hay muchas razones para esto. Los salarios han crecido sin tener en cuenta la productividad estancada. La deficiente infraestructura aumenta los costos de las empresas. Pero la expansión implacable del Estado es también la culpable. Los impuestos tomar alrededor de 36% del PIB, como en Europa. Pero los brasileños no consiguen nada parecido a los servicios públicos europeos a cambio. Casi la mitad de ellos carecen de conexiones de alcantarillado. Aunque la inversión pública ha aumentado, sigue siendo insignificante. Una parte desproporcionada de los ingresos fiscales es engullida por la burocracia. Según Luiz Inácio Lula da Silva, el ex líder sindical que fue presidente entre 2003 y 2010, la masa salarial del sector público se ha más que duplicado en términos nominales, mientras que la inflación fue inferior al 50%. Lula también hizo subir tanto el salario mínimo como las pensiones mucho más rápido que la inflación.

Dejar de gravar y gastar, y más inversión por favor

Ha quedado claro desde hace tiempo que para que Brasil siga creciendo a un ritmo decente, el énfasis de la política tiene que cambiar de juguetear con el dial de la demanda ha hacer frente a los altos costos de suministro. Dilma Rousseff, sucesora de Lula, parece entender la necesidad del cambio. Pero hasta ahora sus esfuerzos para reducir los costos se han centrado principalmente en forzar a la baja la moneda y las tasas de interés. Esto aún no ha llevado al repunte de la inflación que algunos temían, pero sigue siendo un riesgo. El gobierno subastó contratos para repotenciar cuatro aeropuertos, pero en condiciones tan duras que las mejoras pueden ser lentas.

Ahora hay señales de que Rousseff está dispuesta a ser un poco más audaz. El 15 de agosto se invitó a los operadores privados a invertir en carreteras y ferrocarriles. Si el gobierno quiere atraer $ 66 mil millones en inversión, tendrá que ofrecer utilidades de retorno razonables. El plan es que la inversión privada generalizada en puertos y aeropuertos siga. Se habla de la reducción de los impuestos sobre la electricidad, que dobló su costo, y se aplicará a todas las industrias una reducción en los impuestos de planilla que se le otorgó el año pasado a unos pocos elegidos. Para hacer esto sin inflar el déficit presupuestario, Rousseff también debe detener el aumento del gasto público.

Es más fácil decirlo que hacerlo. Gran parte del presupuesto federal se destina a los niveles inferiores de gobierno o en las pensiones. Rousseff debería abolir normas absurdas de jubilación que significan que la mayoría de los trabajadores pueden obtener su pensión de jubilación a los 50 años de edad. Pero eso va a llevar tiempo. En el corto plazo, frenar los costos de nómina (planilla), una de las pocas partidas presupuestarias sobre las que el gobierno federal tiene gran discrecionalidad, es vital. Se debe resistir las demandas salariales exorbitantes de los funcionarios públicos en huelga.

The decisions that Ms Rousseff is taking this month will be a critical indicator of where her presidency is headed. Her Workers’ Party derives much of its support from public-sector unions. But her own popularity goes far wider, thanks to her firm action in firing ministers alleged to have tolerated the misuse of public funds. Restoring growth and the competitiveness of Brazilian business by beating back the greedy Leviathan in Brasília is the best way for her to win a second term—and to ensure that Brazil’s economy does not continue to reproduce the faults of a century ago.

Las decisiones que tome la Rousseff este mes serán un indicador crítico del rumbo de la presidencia. Su “Partido de los Trabajadores” se deriva gran parte de su apoyo de sindicatos del sector público. Pero su propia popularidad es mucho más amplia, gracias a la acción decidida en destituir ministros acusados ​​de haber tolerado el mal uso de los fondos públicos. Restablecer el crecimiento y la competitividad de las empresas brasileñas golpeando nuevamente el Leviatán codicioso en Brasilia es la mejor manera para que ella gane un segundo mandato, y para asegurar de que la economía de Brasil no siga reproduciendo los errores de hace un siglo.

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A moment of truth for Dilma

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The president needs to do more to tackle the “Brazil cost”

Aug 18th 2012 | from the print edition

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Writing about the Brazil of a century ago, Warren Dean, an economic historian, noted that the country’s foreign trade “appears to have been limited to commodities in which overwhelming comparative advantage offset high costs of production and commercialisation and high internal taxes.” Both government and private sector paid “little attention to…competitiveness,” he added.

Those words ring uncannily true of the Brazil of recent years. For much of the past decade the country enjoyed faster growth because of China’s demand for its iron ore, soya beans and oil, and because higher wages and newly available credit boosted the purchasing power of tens of millions of Brazilians. But now the economy has stalled. Having slashed interest rates, intervened to weaken an overvalued currency and offered tax breaks and cheap loans to favoured sectors, officials insist that GDP will grow by 4.5% next year. In 2008, when the world economy tanked, the government engineered a quick recovery by stimulating demand. But now its lever-pulling seems to be having less effect. That is partly because of global economic gloom, and partly because Brazil’s consumers, like those elsewhere, are paying back debts. But it also reflects the harsh truth that Brazil has become a wildly expensive place in which to invest or manufacture. It is cheaper to import steel made in South Korea from Brazilian iron ore than to buy it locally, complains Carlos Ghosn, the boss of Renault-Nissan.

There are many reasons for this. Wages have risen without regard for stagnant productivity. Poor infrastructure adds to firms’ costs. But the remorseless expansion of the state is also to blame. Taxes take around 36% of GDP, a European-sized chunk. But Brazilians get nothing like European public services in return. Almost half of them lack sewerage connections. Although public investment has risen, it remains paltry. A disproportionate share of tax revenues is gobbled up by insiders. Under Luiz Inácio Lula da Silva, the former trade-union leader who was president between 2003 and 2010, the public-sector wage bill more than doubled in nominal terms, whereas inflation was less than 50%. Lula also pushed up both the minimum wage and pensions much faster than inflation.

An end to tax and spend, and more investment please

It has been clear for some time that, if Brazil is to continue to grow at a decent clip, the policy emphasis needs to shift from twiddling the dials of demand to tackling the high cost of supply. Dilma Rousseff, Lula’s successor, seems to understand the need for change. But hitherto her efforts to cut costs have focused mainly on forcing down the currency and interest rates. This has not yet prompted the spike in inflation that some feared, but it remains a gamble. The government auctioned contracts to upgrade four airports, but on terms so harsh that improvements may be slow.

Now there are signs that Ms Rousseff is prepared to be a bit bolder. On August 15th she invited private operators to invest in roads and railways (see article). If the government is to attract the $66 billion in investment it wants, it will have to offer a reasonable return. The plan is for widespread private investment in ports and airports to follow. There is talk of reducing taxes on electricity, which double its cost, and applying to all industries a cut in payroll taxes that was given last year to a select few. To do this without swelling the budget deficit, Ms Rousseff must also halt the increase in public spending.

That is easier said than done. Much of the federal budget goes to lower tiers of government or on pensions. Ms Rousseff should abolish absurd retirement rules that mean most workers can draw their pension in their early 50s. But that will take time. In the short term, reining in payroll costs—one of the few budget items over which the federal government has plenty of discretion—is vital. So she must continue to resist the exorbitant wage demands of striking civil servants.

The decisions that Ms Rousseff is taking this month will be a critical indicator of where her presidency is headed. Her Workers’ Party derives much of its support from public-sector unions. But her own popularity goes far wider, thanks to her firm action in firing ministers alleged to have tolerated the misuse of public funds. Restoring growth and the competitiveness of Brazilian business by beating back the greedy Leviathan in Brasília is the best way for her to win a second term—and to ensure that Brazil’s economy does not continue to reproduce the faults of a century ago.

http://www.economist.com/node/21560557


Escrito por

malcolmallison

Biólogo desde hace más de treinta años, desde la época en que aún los biólogos no eran empleados de los abogados ambientalistas. Actualmente preocupado ...alarmado en realidad, por el LESIVO TRATADO DE (DES)INTEGRACIÓN ENERGÉTICA CON BRASIL ... que a casi ning


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